Hace 75 años, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta declaración fue redactada después del horror de la Segunda Guerra Mundial. Los crímenes terribles que se cometieron en la contienda contra la humanidad, llevaron a que las naciones con mayor peso internacional decidieran a la redacción de una serie de derechos que exigían el respeto a la vida y la dignidad humanas.
El documento ha sido ratificado desde entonces por 192 países. También podemos asegurar que, en mayor o menor medida, el documento ha sido incumplido por esos mismos 192 países. Así que, 75 años después, celebramos la existencia de los Derechos Humanos al mismo tiempo que denunciamos su incumplimiento.
No debería ser esta fecha, pues, sólo motivo de conmemoración, sino que deberíamos convertirla en un día para la reivindicación. ¡Desde aquí exigimos que se cumplan los derechos humanos ya!
Un simple vistazo a la situación mundial muestra claramente la situación de incumplimiento que denunciamos. El informe de Amnistía Internacional de 2022 advierte incluso del “deterioro” en el respeto de los derechos humanos en los últimos diez años y destaca algunas de las situaciones más relevantes de su vulneración.
Actualmente hay 56 conflictos armados en el planeta. Aunque la mirada de los grandes medios de comunicación esté centrada en la guerra en Ucrania o en el genocidio que se está llevando a cabo en Gaza contra Palestina, no podemos olvidar Yemen, Sudán, Níger, Mali, Birmania o Irak, por poner un pequeño ejemplo de lugares donde la población civil es asesinada indiscriminadamente por ejércitos o grupos armados.
Amnistía Internacional señala igualmente la crisis alimentaria que afecta especialmente a las naciones más pobres y colectivos más desfavorecidos y la crisis climática, que ha causado inundaciones, sequías, olas de calor e incendios que provocaron muertes, pérdida de viviendas y medios de subsistencia. A ello hay que agregar el nulo respeto a los derechos de las personas LGTBIQ en muchos lugares, en 11 países del mundo la homosexualidad se castiga con pena de muerte y hay hasta 67 estados que la declaran ilegal. O, cómo no, que la mitad de la población mundial, todas las mujeres, estén en situación manifiesta de desigualdad con respecto a los hombres.
El informe resalta también el notable doble rasero que las potencias occidentales aplican a la hora de valorar el cumplimiento, o no, de los derechos humanos, especialmente cuando los intereses económicos o geopolíticos entran en juego. Este doble rasero nos hace sospechar cuando en algún país en conflicto se pide la intervención externa por motivos de ”derechos humanos.” En su nombre se han producido intervenciones militares que han bombardeado países, invadido territorios y causado cuantiosos daños a la población civil.
Mejor que se envíen médicos, medicinas, educadores, medios de transporte, semillas o tecnología para desarrollar los recursos productivos.
Esas intervenciones, aunque sean humanitarias, crean peligrosos precedentes y refuerzan un rol militar de las Naciones Unidas que va contra su propio fundamento. Hemos visto demasiados ejemplos de cómo se ha utilizado el concepto de paz y solidaridad internacional para comprometer la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.
Hoy estamos en condiciones de acabar con el hambre en el mundo. Una porción del gasto militar bastaría para garantizar la salud, la educación y la calidad de vida de todos los habitantes del planeta. La crisis climática podría ser frenada gracias a la tecnología. Nos encontramos en un momento histórico en el que por primera vez se pueden resolver estos problemas. Y, sin embargo, la mayoría de la población mundial mira con temor y desesperación a su futuro. Esta paradoja se comprende al enmarcar toda la situación en un sistema de economía libre de mercado. Un sistema en el que el ser humano no es el valor principal. Por lo tanto, si decimos defender y reclamar el cumplimiento de los derechos humanos, tendremos que reclamar con todas nuestras fuerzas el fin de este sistema cruel que tiñe todo.
Hay que repetir esto: no es la falta de recursos el problema principal, es este sistema el que atenta contra la concepción universal e igualitaria de los derechos humanos. Es imposible avanzar en su aplicación efectiva si no se cuestionan los dogmas del capitalismo
Hace 30 años, en una de sus cartas sobre la crisis social y personal, Mario Rodríguez Cobos, Silo, desarrolló con certeza y brillantez el tema de los Derechos Humanos. Allí afirmaba que los derechos humanos no tienen la vigencia universal que sería deseable porque no dependen del poder universal del ser humano, sino del poder de una parte sobre el todo. Por tanto, luchar por la plena vigencia de los derechos humanos, lleva, necesariamente, al cuestionamiento de los poderes actuales. Esto nos lleva de nuevo a la necesidad de hacer real la mayor reivindicación de los Humanistas: colocar al ser humano como valor y preocupación central. Volvamos a Silo para terminar con una cita que nos recuerda la dignidad de todas las personas:
"Yo creo -dice Silo- que en todos nosotros hay algo muy grande. Pero parece que para quedar bien tenemos que decidir que somos insignificantes. No somos insignificantes.
En todo pobrecito que está en las peores condiciones, que no sabe leer ni escribir, que está sumergido en la pobreza, que está desterrado de la sociedad; en todo pobrecito que encuentren en la calle, hay algo muy grande. Y cuando ese pobrecito sufre es algo muy grande que clama al cielo".
Rebelémonos contra el dolor y el sufrimiento en la sociedad humana. Hagamos, para empezar, que se cumplan los derechos humanos ya.
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