Foto: Rebel, de Fede Racchi |
Fracaso escolar, drogadicción, conductas sexuales peligrosas, accidentes de tráfico, desempleo, fracaso sentimental y cárcel. Un futuro escalofriante. Eso es lo que el Plan PANDAH augura para los niños con TDAH que no sean diagnosticados y tratados a tiempo:
“Si estos niños no son detectados a tiempo y, por lo tanto, no reciben el tratamiento necesario, cuando lleguen a la adolescencia, además de los males típicos de esta etapa evolutiva, presentarán otras disfunciones que complicarán su adaptación social y curricular. Son jóvenes “sin expectativas de futuro”, ya que el TDAH les ha llevado por una historia de fracaso escolar, y es poco probable que continúen sus estudios. Presentan altas probabilidades de tomar drogas, delinquir, mantener, conductas sexuales precoces o de riesgo, sufrir accidentes de tráfico, etcétera. Pero como además el TDAH es una enfermedad crónica, en la vida adulta seguirá cosechando problemas, dificultándole el acceso al mundo laboral, especialmente de alta cualificación, y acarreándole problemas de relación social y de pareja y, en los casos más graves, problemas con la justicia”
Ésta es el modo de “persuadir” del Plan PANDAH, Plan de Acción en TDAH. Un plan financiado y concebido por SHIRE, una de las mayores multinacionales de la industria farmacéutica, que fabrica y comercializa fármacos para el tratamiento del TDAH. Seguramente en este momento miles de personas se encuentran en la disyuntiva entre la resistencia a suministrar una medicación claramente peligrosa a sus hijos o “abandonarles” al terrible futuro que les vaticinan si no lo hacen.
El metilfenidato, la sustancia más utilizada para tratar a los niños con TDAH, es una metanfetamina. Fue sintetizado durante la segunda guerra mundial y utilizado para estimular a los soldados y mantenerlos despiertos. Existe un mercado negro de esta sustancia, en el que se la conoce como “cocaína de pobres”. Varios estudios relacionan su consumo prolongado con la aparición de psicosis como el trastorno bipolar. Ningún estudio demuestra su eficacia a largo plazo. Tampoco hay estudios concluyentes sobre los efectos a largo plazo en los niños y adolescentes. El metilfenidato altera el funcionamiento del sistema dopaminérgico y sus efectos pueden no ser reversibles. Es posible que su consumo masivo y prolongado esté creando una epidemia de personas incapaces de un desarrollo humano normal y dependientes de los psicofármacos. Curiosamente el evidente deseo de esta multinacional de aumentar las ventas de los fármacos que producen no aparece en ninguna parte del plan, y los motivos declarados del mismo son mucho más desinteresados.
“El objetivo principal de Shire al promover el Proyecto PANDAH es mejorar la vida de pacientes y cuidadores a través del trabajo en equipo y desarrollando una actividad transparente y responsable en busca de nuevas soluciones”.
El plan tiene objetivos claros, numéricamente cuantificados. Parte de la creencia en que existe un gran número de menores que sufren TDAH y no han sido diagnosticados, ya que según PANDAH “uno de cada diez niños tiene TDAH”.
PANDAH se propone promover el diagnóstico temprano y el tratamiento farmacológico del TDAH. Considera y evalúa las resistencias con las que se encuentra en España el reconocimiento de la enfermedad por parte de padres, personal médico, maestros, etc., y una estrategia para vencerlas, que como hemos visto, incluye la utilización de la violencia psicológica.
El Plan establece que son los maestros los que deben hacer la labor de detectar el trastorno, antes que la familia o los pediatras y establece que la etapa más adecuada para el diagnóstico es la de preescolar (entre los tres y los seis años).
El diagnóstico del TDAH se fundamenta en la observación de síntomas como estos:
Parece no escuchar. No presta mucha atención a los detalles. Parece desorganizada. Se olvida las cosas. Se distrae con facilidad. Corre o trepa cuando no corresponde. Contesta impulsivamente.
Interrumpe a las personas. Habla demasiado. Está siempre en movimiento...
Como no existen evidencias biológicas del trastorno y ninguna prueba lo puede diagnosticar, el PANDAH afirma que creer en la existencia del trastorno es una cuestión de la máxima relevancia.
“Es necesario que el Centro de trabajo del psiquiatra “crea” en el trastorno y, en consecuencia, facilite la formación del especialista.”
La promoción del TDAH se favorece también con la actuación de formadores de opinión y con la presencia de asociaciones de afectados, también apoyados por la farmacéutica en los medios de comunicación, páginas web, producciones audiovisuales, congresos y conferencias.
De esta forma. el relato sobre el TDAH se va normalizando en los distintos ámbitos, en las escuelas, en el sistema de salud, en los medios de comunicación y hasta en la legislación. En la LOMCE se reconoce explícitamente el TDAH gracias a una propuesta de UPN apoyada por el PP. Se llega a dar la paradoja de que si un niño es diagnosticado con TDAH se encuentra en una posición más favorable para recibir algunos tipo de beneficios, lo que ayuda a vencer resistencias por parte de padres y profesores, a cambio, claro, de que empiecen a ser medicados.
La resistencia por parte de los menores a tomar la medicación a partir de la adolescencia está también prevista en el Plan PANDAH, y anticipa la “comorbilidad” del TDAH con nuevos diagnósticos, como el “Trastorno de negativismo desafiante”, que trae como consecuencia la introducción de nuevos psicofármacos para los menores.
“Con la llegada a la pubertad, puede aparecer el componente negativista desafiante, dificultando no sólo el diagnóstico, sino también el tratamiento. Con frecuencia, los pacientes adolescentes se niegan a ser diagnosticados de TDAH, por el rechazo a la etiqueta y al estigma social que trae consigo; además de desarrollar comorbilidades o agravamiento de los síntomas.”
La expansión de la enfermedad hacia el mundo de los adultos está también prevista, comenzando por los padres de los niños diagnosticados:
“En el caso de pacientes adultos diagnosticados en la vida adulta, … con frecuencia la detección del trastorno se produce a posteriori del diagnóstico de TDAH de uno de los hijos, dada la alta heredabilidad genética del trastorno”.
El Plan no podría funcionar con mucha eficacia si no estuvieran avalados sus postulados por el Ministerio de Sanidad, que aprobó en 2010 la Guía Práctica Clínica del TDAH. La Federación de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública ha pedido su retirada y ha advertido que el 70% de los colaboradores que la redactaron declararon conflictos de interés y recibieron de alguna manera dinero de las farmacéuticas. El médico más citado de la guía, Joseph Biederman, está investigado en los EEUU por recibir 1,7 millones de dólares de compañías farmacéuticas tras promover el diagnóstico de trastornos psiquiátricos en la infancia. Las objeciones y cuestionamiento de esta guía son abundantes por parte de muchas asociaciones y profesionales del campo de la salud. A pesar de ellas, tanto la guía como plan Pandah se autoproclaman como detentadores de la verdad absoluta y guardianes de la Ciencia “objetiva”. Pero los cuestionamientos y las denuncias son innumerables.
Leon Eisenberg, psiquiatra que en 1968 desarrolló el concepto de la hiperactividad como trastorno, afirmó en el 2009 que se deberían buscar las razones psicosociales que llevan a determinadas conductas, un proceso mucho más largo que "prescribir una pastilla contra el TDAH". Alen Frances, también psiquiatra norteamericano y ex director del DSM IV, el Manual de Desórdenes Mentales americano, declaró recientemente que “gran parte del incremento de casos de TDAH es el resultado de falsos positivos en niños a los que les iría mucho mejor sin ser diagnosticados” y que “es mejor gastarse el dinero en colegios que maldiagnosticar a los niños y tratarles con medicinas caras”- En su opinión, el marketing de las farmacéuticas está buscando ampliar su mercado con los menores, que serán “clientes para toda la vida”.
En España, en el año 2012 La Comunidad para el Desarollo Humano advirtió sobre la sistematización de los tratamientos con psicofármacos a niños y jóvenes y pidió la apertura de un debate sobre este conflicto, denunciando ante el Defensor del Menor la vulneración de los derechos fundamentales de los menores. El Servicio Vasco de Salud denunció en el 2013 que “no se están siguiendo las recomendaciones sanitarias más básicas y prudentes en cuanto a la prescripción de metilfenidato”. El Boletín de Información Farmacoterapéutica de Navarra alertó en 2013 sobre el incremento del consumo del metilfenidato, señalando que no está demostrada su eficacia a largo plazo.
En el año 2015, 115 entidades y asociaciones médicas y más de 2300 profesionales han suscrito el “Manifiesto àra un consenso clínico del TDAH”, en el que se pide la retirada del Protocolo de la Generalitat de Catalunya sobre el TDAH.
El TDAH está siendo cuestionado cada vez más fuertemente y sus defensores se perciben crecientemente alineados por sus intereses económicos con la industria farmacéutica. También aumentan los estudios y evidencias sobre los peligros de los psicofármacos en los menores, especialmente sobre la espiral en la que entran los menores una vez son diagnosticados. De una medicación se pasa fácilmente a otra más fuerte para tapar los efectos y desequilibrios que la primera produjo.
Las ciencias, y por supuesto la psiquiatría, cambian sus puntos de vista. No deberían manejarse como verdades absolutas postulados bastante recientes y poco fundamentados. En ese sentido es recomendable la lectura del recientemente publicado libro “Volviendo a la normalidad, la invención del TDAH y del trastorno bipolar infantil”, de Pérez Álvarez, García de Vinuesa y González Pardo. En las últimas décadas se han patologizado numerosos comportamientos y situaciones de la vida, y ha predominado una corriente que ha considerado de una manera biologicista el comportamiento humano, utilizando los psicofármacos con gran profusión. Esta corriente sin embargo está siendo cuestionada y es posible que en el futuro muchos trastornos, incluido el TDAH, desaparezcan de los manuales de psiquiatría. La raya que separa un comportamiento diferente de un trastorno puede moverse fácilmente, de manera que millones de personas, adultos o menores, caigan en el campo de los “normales” o los “trastornados”. En todo caso, creemos que en esta época de crisis en todos los campos es normal que las respuestas y los comportamientos de los menores reflejen la incertidumbre en que vivimos.
Pero lo más alarmante y que debe preocuparnos a todos son los efectos de medicalizar con psicofármacos a niños y adolescentes.¿Quién se hará cargo a futuro de las consecuencias? Por el bien de las futuras generaciones es necesario abrir un debate público sobre este tema y ayudar a que llegue hasta el último rincón lo que hoy se está discutiendo en los foros médicos y educativos.
Y después de todo, ¿el trastorno está en los menores o en un sistema violento y deshumanizado?. Cada uno responderá como quiera a esta pregunta, pero para nosotros, después de la investigación y los testimonios recogidos, una salida humanizadora del conflicto necesariamente tendrá que cuestionar las instituciones y políticas educativa y sanitaria y los valores vigentes. Y por supuesto priorizará, la protección y el derecho a la salud de los jóvenes y adolescentes frente a los intereses de las grandes empresas farmaceúticas
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