Virginia López es educadora social.
Desde hace diez años trabaja con menores en situación de riesgo social,
aportándoles herramientas para su apoyo. Es también miembro activo de la Comunidad para el
Desarrollo Humano, organismo humanista desde el que promovió junto con otros
miembros una campaña de alerta sobre el uso de psicofármacos en niños y
adolescentes y el llamado Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH). Esta entrevista se desarrolló
como parte de la investigación de Humanistas de Carabanchel sobre este tema.
“es como si responsabilizáramos de todo a los chavales y encima les
damos una pastilla para que se callen”
Gracias por atendernos
Virginia, ¿cuál fue tu primer contacto con el TDAH, que impresión tuviste?
Recuerdo que al principio conocí algunos casos de chavales que
estaban medicados, pero lo veía como algo muy puntual Luego hubo otro momento en eso que acabó
siendo muy generalizado. Incluso para los menores y las familias estaba casi
normalizado. Y recuerdo muy nítidamente que una vez una chavala, cuando
estábamos en verano, en actividades de ocio, en veranos se suele suspender el
tratamiento y me dijo: ¡Huy profe!, no se
que me pasa pero hoy me estoy riendo mucho. Yo creo que es porque no me estoy tomando la medicación. Y algo en
mi tomó contacto con esa realidad y me dije, ¡no es posible! Si una niña ve
anormal reírse y lo ve supeditado a tomar o no una medicación, aquí esto está
haciendo más daño de lo que en principio parece.
A partir de ahí es cuando ya empecé a investigar un poquito
más, a tomar contacto con gente que estaba trabajando en ese mismo tema, y si
nos empezamos a dar cuenta, no sólo yo, sino compañeros de profesión que se
estaba disparando el tratamiento y el uso de psicofármacos con menores.
¿Y eso te llevo a
participar en la Campaña
que desarrolló la Comunidad
para el Desarrollo Humano? ¿Puedes explicar como fue?
Sí, en el 2007 un grupo de profesionales del campo de la salud y la
educación y también madres y padres, miembros de La Comunidad para el
Desarrollo Humano empezamos a investigar, recopilando artículos de prensa,
científicos, etc. Ahí advertimos que era difícil, si no imposible, acceder a información sobre datos
sobre los tratamientos con psicofármacos a menores o de los diagnósticos de
TDAH. Después hicimos una campaña
pública de difusión, denunciando que había crecido el uso de estos psicofármacos
exponencialmente, que estaba descontrolado. Pedimos precisamente a las
autoridades públicas que hubiera cierto control, cierto seguimiento, no sólo de
los tratamientos, sino de los diagnósticos, porque ya habíamos descubierto que se
estaba diagnosticando muy a la ligera. También que se investigaran las prácticas de
las farmacéuticas, porque están muy detrás de esos tratamientos. Parecía que
primero inventaban el fármaco y luego inventaban la patología para vender ese
fármaco.
La campaña la verdad es que a nivel personal yo la viví como
cuando vives las cosas que tienen sentido, y que uno las hace con encaje, con
mucha fuerza.
A nivel de relación y de trabajo en equipo fue muy bien, se
realizaron acciones de difusión, yo creo que potentes, le dimos cierta
visibilidad al conflicto, que hasta ese momento nadie se había puesto a hablar,
investigar y tratarlo como había que tratarlo y yo creo que empezamos a ponerlo
encima de la mesa. Pero la respuesta de las instituciones fue que no dieron
ninguna respuesta, no hubo interés por el tema, ni siquiera por darnos los
datos, nada.
¿A qué instituciones os
dirigisteis?
Al defensor del menor y a la Comunidad de Madrid. La
última acción que se hizo fue en el 2012, que se llevó a una comisión
deontológica de los psiquiatras para que un poco controlaran ese tema. Estos
nos atendieron. Fueron los únicos que nos atendieron.
Después de todo esto, ¿cuál
es tu posición sobre el TDAH?
Mi posición es que el TDAH no existe. Existen ciertas
dificultades de comportamiento o de manejo de las emociones, o manejo de toda
esa energía que los chavales tienen y que no saben todavía como calibrarla.
Pero si lees claramente cuales son los ítems que se utilizan para diagnosticar
el TDAH, que te muevas, que te levantes
una y otra vez del sillón, yo creo que todos seríamos hiperactivos. Yo desde
luego sería hiperactiva, pero no cuando era pequeña, ahora también.
¿Cual es tu experiencia al
trabajar con niños diagnosticados con el TDAH?
Varía mucho en función de los que no tienen un tratamiento
farmacológico, que son los menos, y los que si lo tienen. Apuntaría a los
chavales que toman medicación con psicofármacos que a veces están
diagnosticados con TDAH y a veces ni siquiera les diagnostican con nada en
concreto, pero si reciben ese tratamiento.
Entonces pues es muy variada, pero en general chavales que
cuando no toman la pastilla son chavales expansivos, expresivos, divertidos,
alegres, cuando la toman están
alicaídos, totalmente apáticos, como desconectados de lo que está pasando, muy,
muy cansados. Recuerdo un caso de un niño que en el comedor se nos dormía
sistemáticamente. Tuvimos que llamar a la madre y decirle, oye habla con la siquiatra porque es exagerado, no es que se canse, es
que se duerme.
Los menores medicados sufren muchos desajustes, las pérdidas
de peso, por ejemplo, son muy llamativas. O a veces lo contrario, empiezan a
engordar sin parar. Si se acaban de tomar el fármaco, que normalmente lo toman
por la mañana, están más concentrados, pero cuando se les pasa el efecto
empiezan a ponerse nerviosos, porque claro tienen todo el síndrome de
abstinencia, necesitan su droga.
Pero sobre todo lo más tremendo es lo apáticos y
desconectados que se quedan. Da mucha cosita verlos. Porque los niños son justamente
energía y vitalidad y el fármaco lo que hace es que esa vitalidad la
aniquila.
¿Qué consecuencias ves a
largo plazo con los que están siendo tratados con psicofármacos?
Las consecuencias me preocupan mucho. Igual que no se sabían las
consecuencias cuando la gente se ponía de heroína, nos vamos a sorprender mucho
cuando empiecen a producirse los primeros casos de brotes de suicidios, de
brotes psicóticos, porque esas son las consecuencias a largo plazo. En los
Estados Unidos estamos hartos de ver noticias donde de pronto fulanito llega
con un arma y hace un desastre. Esos brotes tienen que ver con chavales que han
estado tratados largo tiempo y de pronto dejan la medicación. Ahí no sabemos la
respuesta que va a haber
¿Qué opinas de la tendencia
a medicalizar la vida que ahora se ha impuesto tanto?
Si profundizas un poco en esta tendencia de medicalizarlo
absolutamente todo, en su base está la violencia de este sistema que lo que
está tratando es de robar la intencionalidad humana. Se Trata de una visión
zoológica de la vida humana, en la que efectivamente, para mantenernos
encorsetados y sin capacidad de transformación. Pero la intención humana
siempre se abre paso. No van a poder coartar la libertad con las pastillas.
Pero en la base está eso. Como en otros momentos históricos se han usado otras
drogas para aniquilar a las generaciones jóvenes.
Los humanistas considerasteis
denunciar este abuso hacia los menores como una prioridad en todo el mundo, ¿por
qué?
Porque cuando las sociedades empiezan a maltratar a sus
niños ya se está tocando lo que nos parece que es lo más sagrado que es el
futuro. Porque esos chavales son el futuro, de hecho lo están siendo ya. Es muy
grosero que el sistema intente barrer a una generación entera.
¿Y que está pasando con los menores, cual es su
situación desde tu punto de vista?
Respecto a la situación de la infancia y de los jóvenes en
este momento yo no tengo una respuesta definitiva. Creo que entran en juego un
montón de factores. Por lo que he visto y por lo que vivo diariamente me parece
que el mundo cambia muy rápido, y que las instituciones educativas y la
situación familiar no se adaptan a esos cambios tan acelerados. No creo que de
pronto haya nacido una generación que sea tonta o hiperactiva, me parece un
análisis muy plano que por otra parte es el que se hace. Y yo lo que creo es
que a los chavales les hacen falta referencias. Pero no referencias externas o
rígidas, sino referencias internas y referencias coherentes. Y es lo que está
faltando, esa coherencia de las personas adultas, sean profesores, sean
padres y madres, sean siquiatras, sean médicos, y esa falta de coherencia de
alguna manera se cataliza en este caso en lo más débil que son los chavales, que
no tienen recursos ni herramientas para manejar esas incoherencias, esas
contradicciones. Muchas veces lo que si necesitan son pautas, lo que necesitan
es saber más o menos hacia donde se tienen que orientar y estamos en una
sociedad en la que lo que acabo de decir ahora mismo ya no vale. Es muy difícil
manejarse con un cambio tan acelerado.
Realmente en casa o en el colegio se dan dificultades de
relación de los chavales, hay veces que hay dificultades para atender, hay
dificultades para que tu estás tratando de transmitir un conocimiento y es
bastante difícil, tardas 30 minutos para que los chavales se callen y así
comenzar a dar la clase, eso está sucediendo.
Mi postura no es decir que no está pasando nada. ¡Pasa! Y
pasa fuertemente. El tema es cómo se está
analizando, es como si responsabilizáramos de todo a los chavales y encima les
damos una pastilla para que se callen. Y
me parece que habría que poner en cuestión el modelo de educación que estamos
tratando de imponer, el modelo de sociedad y el modelo de ser humano. Y eso no
se cuestiona. Hasta que no cuestionemos eso no vamos a poder afrontar de una
manera humanista y dar una respuesta no violenta a lo que está sucediendo.
El sistema educativo lo que trata de transmitir es que hay
unos ganadores y hay unos perdedores. Entonces hay una lucha y una presión a
los chavales por llegar a ser los mejores, los mejores, los mejores. Y a eso
también responde lo de tomar la pastilla porque tienes que ser eficaz.
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